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lunes, 2 de febrero de 2015

Los viajeros de la noche: una golem y un genio se encuentran en Nueva York.



Hemos creado al hombre de barro, de arcilla moldeable
Antes, del fuego ardiente habíamos creado a los genios.

(Corán, 15, 26-27)


Este es un libro fabuloso en toda la extensión de la palabra. Por un lado, se sumerge en la ficción mitológica para moldear sus protagonistas; por otro, crea esa ficción para disimular una verdad.
Los viajeros de la noche nos adentra en la experiencia vital de unos seres extraordinarios que se ven sometidos a sentimientos ordinarios... porque supongo no hace falta ser una criatura fabulosa para sentirse solo, confuso o perdido, porque las personas nos resultamos extrañas las unas a las otras, incomprensibles o incomprensivas o ambas cosas a la vez sin necesidad de rasgos mágicos. A las personas nos separan tradiciones culturales, complejidades globales o sencillos sentimientos individuales...justo las mismas cosas que, paradójicamente, nos unen.



Emigrantes en Ellis Island



Así, el hecho de que los principales protagonistas de esta historia provengan de la Europa de tradición judía o del oriente de tradiciones cristiana o musulmana, o la casualidad de que la una sea una criatura de barro creada para obedecer y el otro un espíritu de fuego de acérrima individualidad, pasa de ser , verbigracia de Helene Wecker, un detalle accesorio en una trama de evolución personal, de conocimiento y de reconocimiento. Y gran parte de esta magia se debe al gran acierto de su localización: el Nueva York del siglo XIX, tierra de oportunidades, crisol de culturas, que ofrece una oportunidad única de dejar atrás el pasado, cambiar de nombre y cambiar por completo de vida...o una solución de continuidad, de integrarse en un barrio habitado y vivido exclusivamente por compatriotas de costumbres arraigadas porque un cambio geográfico no tiene por qué serlo también cultural por más kilómetros que se recorran. Un cruce de caminos que empequeñece el mundo, centra nuestra mirada y nos aleja del pasado y el futuro hasta distancias insospechadas... Y es en esta compleja ciudad donde el destino quiere que se encuentren un golem y un genio.



La fuente de Bethesta, El ángel de las aguas,  uno de los preciosos escenarios de la novela.


Un golem es una criatura de la mitología talmúdica, aparentemente sin sexo pero generalmente construida a imagen y semejanza del hombre por un rabino o un sabio quien, al igual que Dios crease a Adán, lo moldea en arcilla y le insufla vida por medio de la palabra. Esta palabra suele escribirse en un papel o en la frente del mismo golem, de donde se borra una letra para transformar la orden “vida” en “muerte”. Su creación responde a la necesidad de protección de un individuo o pueblo, por lo que son criaturas tan obedientes como peligrosas.

Pero en esta novela, la creación del golem sobrepasa el utilitarismo o la necesidad de fuerza bruta porque, a la hora de definir el que será el carácter de la criatura, el demandante recuerda el amor que sentía por una hermana pequeña ya desaparecida y solicita aquello que más admiraba en la niña: curiosidad e inteligencia y una compostura que la convierta en la perfecta esposa de un caballero. Obediente será por naturaleza...pero además será una criatura inquisitiva, modesta y educada...para su desgracia ¿o no sabemos qué le ocurrió, prácticamente por lo mismo, a la criatura a la que dio vida el Doctor Frankestein?. Dotar a una criatura de intelecto y abandonarla después a su suerte no suele acabar bien... Afortunadamente, nuestra protagonista conoció a su amo el tiempo suficiente para darse cuenta que no se quedó sola por miedo o incapacidad de su creador, ahorrándose el arraigo del rencor que tan malos sentimientos provocó en la criatura ideada por Mary Shelley.

Nuestra Golem ( que recién llegada a América recibe el nombre de Chava, sin haber pasado por las incomprensiones lingüísticas y fonéticas tan habituales en Ellis Island) tiene la suerte de empezar de cero, sin conocimiento previo de la cultura que la creó, sin condicionantes importados y con la inusual ventaja añadida de poseer el papel que puede quitarle la vida. El genio, bautizado como Ahmad, no tiene, en cambio, un periodo de adaptación, un conocimiento paulatino: despierta en medio de un lugar extraño, entre desconocidos, sin conciencia de cómo o porqué ha llegado allí, cuando el estaba encantado con su vida dedicada al placer.

Los genios, en la tradición islámica, son la tercera creación de Dios, tras los hombres y los ángeles, creados de fuego sin humo y dotados de libre albedrío. En algunas zonas son más o menos taimados o esquivos, pero acostumbran a ser criaturas sin arraigo ni más preocupación que satisfacer sus necesidades más nimias...Así, que la suerte está echada cuando la casualidad une a estos dos seres perdidos y confusos, ambos insuflados del hábito divido pero imbuidos de las dudas y preocupaciones humanas, la necesidad de mantenerse ocupados y de ganarse la vida, de desarrollar sus capacidades y de labrarse una existencia, ayudándose el uno al otro, complementándose y atemperando sus características.

La novela entrecruza con eficiente soltura las experiencias vitales de nuestros protagonistas, pero también de todos aquellos que más o menos directamente han tenido que ver con el desarrollo de sus circunstancias o que tendrán que ver son su resolución. Amigos y enemigos aparecerán y llevarán a cabo su parte en este maravilloso drama de autoconocimiento. Los personajes participarán en la densidad de una trama tejida con soltura gracias a pequeños hilos de revelaciones, envolviendo al lector para que cada vez se le haga más difícil el hecho de tener que abandonar la lectura porque queremos compartir con ellos el miedo a morir o a hacer daño, a sufrir o a sentirnos solos. Queremos acompañarlos en sus momentos de duda, conocer sus historias y deseos más íntimos, verlos sonreír, verlos sanar.

¿Es este, entonces, un libro fantástico? No tanto por atenernos a la naturaleza de sus protagonistas, si no por resultar una creación magnífica, no tanto en su acepción extraordinaria como en su capacidad de maravillarnos con su alma sencilla.



El Golem de Paul Wegener. Precioso acercamiento a la leyenda del Golem de Praga realizada en 1920


Helene Wecker, Los viajeros de la noche.
Tusquets Editores. Barcelona, 2014.
ISBN: 978-84-8383-930-0
512 p.

Traducción de Isabel Margelí.